El pasado jueves 12 de mayo dimos una charla a las 19:00, la
última de esta temporada, en el Centro Cultural Galileo, cerca de Moncloa, en
el distrito de Chamberí. No fue una charla precisamente pródiga en asistencia
y, aunque el técnico de sonido se retrasó un poco y la charla no comenzó a la
hora prevista, fue una ponencia dinámica y llena de curiosidad e inquietud por
parte de los oyentes, que seguían con gran atención lo que mi compañero Felipe
Requena, presidente de la asociación, iba exponiendo. Curiosidades históricas
acerca de la relación del lobo con el hombre, la arquitectura (los famosos
“canecillos”, figuras lobunas que aparecen en casi cualquier iglesia o catedral
del territorio peninsular), y el arte en definitiva. Fotos de Felipe con su
mentor, Manuel Gallego “Manolín”, probablemente el mayor experto de campo de
lobos, de cuando andaban campando hace 20 años por los espesos brezales de la
sierra de la Culebra, la zona lobera por excelencia de la Península Ibérica.
El coloquio posterior de la charla estuvo lleno de preguntas
acerca de la situación actual del lobo en la región peninsular, de la
posibilidad de hacer corredores ecológicos para que nuevas líneas genéticas
enriquezcan la agónica situación del lobo en Andalucía, del proyecto de reintroducción
del lobo en Sierra Morena o de los “sumideros de lobos”, zonas limítrofes
loberas donde lobo que llega, lobo que “desaparece”, de todos es sabido por
qué. Y como colofón vimos y sobre todo escuchamos con gran estupor y admiración
un breve vídeo en el que Félix Rodríguez de la Fuente relataba con profunda
pasión un imaginario encuentro entre el lobo y el hombre prehistórico en una
cacería, el pacto en el cual el cánido y el “Homo sapiens” empezaron a aprender
el uno de el otro en el arte de la caza, todo con una cueva llena de pinturas
rupestres como telón de fondo. Un pacto que, desde mi humilde opinión, nunca
debería haber desaparecido.
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